miércoles, 11 de julio de 2012

Todo me habla de Dios





Los milagros no son grandes. Por eso no los vemos…

Tengo muchas razones personales y académicas por la cuales quiero desarrollar este tema. Pero todas se sintetizan en que lo más hermoso de la vida se construye con lo cotidiano, lo sencillo. El simple hecho de vivir es un milagro pero como se vuelve parte intrínseca de nuestro ser, nos olvidamos que es parte de un todo magnánimo, a lo cual perfectamente podemos darle el nombre de Dios.

Santa Teresita del Niño Jesús decía en uno de sus poemas “El mar, el viento, el polvo / todo me habla de Dios”, premisa con la cual al contemplar cualquier aspecto de la naturaleza nos hace vibrar en medio del recuerdo que tiene el alma de dónde venimos, quienes somos, que aquí estamos de paso y que todo es parte de un gran milagro y producto de una gran voluntad creadora que logró diseñar, construir y sostener eso que hemos denominado Universo porque en el fondo sabemos que es un solo verso, una unidad que por consiguiente hace que cada detalle, como sucede con los artistas y entre éstos los arquitectos, nos muestre su presencia en eso que en Arte se conoce como “el estilo”.

A nivel académico es obvio el tema debido a que el arte es una de las caras de la Pirámide que conforman todas las escuelas filosóficas e iniciáticas. Al apelar el mismo a las emociones y darle un nivel diferente al pensamiento en Occidente ha hecho que consciente o inconscientemente muchas creaciones nos acerquen el cielo. Cabe mencionar el caso de Mozart, Leonardo da Vinci, el teatro griego, entre otros para darnos cuenta al nivel de perfección a que puede llegarse. Y considerando el arte como reflejo de lo que Dios hizo, primero poniendo en cuenta la capacidad creadora, parte de la imagen y semejanza con El y, luego, como decía Platòn, siendo el Arte “una copia de la copia”, es decir de la gran obra de Arte que copia la realidad divina, dicha gran obra debe recordarnos siempre en cada detalle a su creador, a Dios.

Pero la idea no es volver a poner de manifiesto que Dios creó el Universo sino que los más mínimos detalles son parte del mismo y por ende nos hablan de Él siendo uno de esos detalles más elocuentes el hombre mismo que es un microcosmos que contiene todo aquello que vemos fuera, en lo macro. Si nos detenemos un momento en nosotros mismos vemos que nuestra vida y nosotros mismos somos un milagro. Dios nos la da y nos hizo. Viendo el cuerpo como una simple maquinaria es digno de admiración quien lo haya diseñado. Y si vamos a su funcionamiento es un prodigio como cualquier obra de ingeniería o arquitectura con detalles como la sincronía con que obra y la coordinación de cada una de sus funciones. Pero si lo vemos más allá de lo físico empezamos a darnos cuenta que es un Templo, el mejor medio de comunicación de nuestra alma con su fuente, la forma perfecta de estar en esta dimensión…

De hecho parto de que Dios es un artista. Que la mejor obra arte es la suya y nosotros estamos incluidos en ella. Al decirnos que somos “su imagen y semejanza” tenemos dentro de nuestras cualidades el poder de crear, de hacer cosas y de hacerlas perfectas y bellas. Y es precisamente la belleza uno de los atributos del Gran Arquitecto reflejadas en su creación.

Y sin ir muy lejos sabemos que los grandes ideales de la humanidad son la Verdad, la Bondad y la Belleza, para lo cual existen los caminos respectivamente de la Ciencia, la Religión y/o Filosofía y el Arte. La afirmación de que “los milagros no son grandes y por eso no los vemos” no hace más que poner un ingrediente extra a lo que estamos acostumbrados ya que al percibir con los sentidos corporales como se hace convencionalmente en estos caminos, tenemos un invitado adicional en nosotros mismos: Los ojos del alma… invitado adicional en aquellos que ven más allá de sus sentidos materiales a los que siempre TODO LES HABLA DE DIOS.

Por lógica, a mi todo me habla de Dios. Si me detengo en mi cuerpo, la respiración me habla de Dios; la digestión me habla de Dios; la circulación de la sangre me habla de Dios; el cerebro me habla de Dios; pensar y crear me habla de Dios. Y ME SIENTO GRANDEZA QUE DENTRO DE SI TIENE COSAS QUE SOLO DIOS PUDO PONERME. Pero si abro los ojos y veo para afuera, basta con contemplar la naturaleza y saber, como decía Santa Teresita, que todo me habla de Dios: El paisaje, el río, el mar, los animales, las plantas, el prójimo… Y ME SIENTO MEDIANO QUE FUERA DE SI COMPARTE SU ESPACIO INMEDIATO CON COSAS QUE SOLO DIOS PUDO HACER SIENDO PARTE MISMA DE ESAS COSAS. Y si al abrir los ojos y miro hacia arriba, el cielo me habla de Dios; el sol me habla de Dios; la Luna me habla de Dios, el día me habla de Dios; la noche me habla de Dios; las estrellas y sus conjuntos me hablan de Dios… Y ME SIENTO PEQUEÑO QUE FUERA DE SI TIENE COSAS QUE SOLO DIOS PUDO HACER. Que soy la combinación de lo que tengo adentro y lo que afuera, que soy micro y macrocosmos a la vez, un privilegio que solo Dios pudo darme porque no sólo me doy cuenta de esa maravilla, me place, lo disfruto y puedo cocrear con Dios adentro y afuera de mí mismo.

Pero claro antes de saber que todo me habla de Dios, debo darme cuenta de ese diálogo. Antes de ver que los milagros están en lo cotidiano y que somos uno de ellos, debemos aprender a verlos y salir del prejuicio que milagro es algo sobrenatural o que milagro es algo enormemente grande o, peor aún, que nosotros no podemos ser parte de él, estar en él y producirlos. Es decir, debemos combatir el mal de la ignorancia y generar una autoestima acorde a nuestra dignidad espiritual porque al final la manera en que veo y contemplo lo que tengo adentro y afuera será precisamente la manera en que soy capaz de hacer ambas cosas y lo dispuesto que esté a formar parte de esa armonía que marca indiscutiblemente que ASI COMO ES ARRIBA ES ABAJO…

Y es que en lo anterior no debemos olvidar que EL HOMBRE ES LA MEDIDA DE TODAS LAS COSAS. Por él se sabe lo que es grande, lo que es pequeño, lo que está adentro, lo que está afuera… en ese mismo sentido como el hombre es la medida de todas las cosas, por su medio se sabe lo que son esas cosas y quien las hizo y en el caso que nos ocupa que TODO ME HABLA DE DIOS porque TODO LO HIZO DIOS. Y esto en la premisa que EL HOMBRE ES LA MEDIDA DE TODAS LAS COSAS le da su propia dimensión, le devuelve su dignidad perdida y lo coloca en la verdadera razón de su existencia dándole sentido a lo que es y hace porque al hablarle Todo de Dios, como parte de ese Todo, EL HOMBRE y la mujer se habla a sí mismo (a), por sí mismo (a) de Dios… en ese sentido el tamaño de los milagros se los damos nosotros mismos…
Los límites de la religión





















El Capítulo 2: Concepto de Dios de El Santuario del Ser de Harvey Spencer Lewis nos da los siguientes elementos a seguir en este texto:



“Una revisión de la historia de las religiones revela asombrosamente que Dios es un factor imperfecto, debido en parte a la discrepancia en sus definiciones sobre la naturaleza de Dios. El esplendor que a éste le atribuye la teología actual sobrepasa al de épocas pasadas. El ideal espiritual del hombre como el código moral es un patrimonio heredado de sus antepasados… Acepta, por igual, mucho de la intolerancia y fanatismo contenido en la fe parental y se molesta cuando ponen en duda cualquier postulado de su fe o de la interpretación que de Dios él ha aceptado... Le hiere su orgullo que sea cuestionado su juicio o el de sus correligionarios… Generalmente se va a la tumba sin ningún contacto íntimo con ese Dios que ha adoptado como el suyo… La única necesidad que lo liga a Él es el miedo a su Omnipotencia que no llega a comprender.



El deber mayor de la religión consiste en definir lo que es bueno. Debido a eso limita a Dios en una forma al describir su naturaleza. Nace la confusión y surgen los ateos. Dios ha sido llamado por la religión la causa primera. Son las diversas características que la religión le ha atribuido a Dios en las distintas épocas las que han traído confusión sobre Su naturaleza.



La religión ha creado ruptura en sus argumentos. No admite que lo material sea divino. Pese a provenir de Él, Dios ha creado algo menos perfecto que El. Para el místico, Dios no es personal ni antropomórfico (a imagen del hombre), lo cual es limitarlo a lo humano.


Dios es un guía infinito o maestro que puede uno llamar compañero. Se desarrolla en el interior. El hombre no puede llegar a conocer nunca a Dios desde afuera por muy seductora y magnífica sea la descripción que le puedan dar...”. Hasta aquí la cita de El Santuario del Ser.



Antes de saber que todo me habla de Dios, debo darme cuenta de ese diálogo. Antes de ver que los milagros están en lo cotidiano y que somos uno de ellos, debemos aprender a verlos y salir del prejuicio que milagro es algo sobrenatural o que milagro es algo enormemente grande o, peor aún, que nosotros no podemos ser parte de él, estar en él y producirlo. Es decir, debemos combatir el mal de la ignorancia y generar una autoestima acorde a nuestra dignidad espiritual porque al final la manera en que veo y contemplo lo que tengo adentro y afuera será precisamente la manera en que soy capaz de hacer ambas cosas y lo dispuesto que esté a formar parte de esa armonía que marca indiscutiblemente que ASI COMO ES ARRIBA ES ABAJO…



Mucho de este trabajo implica combatir las ideas y conceptos que hemos tenido desde siempre, algunas de las cuales, como el de Dios, ajustado a las creencias religiosas en las que crecimos o condicionadas por una cultura religiosa que en la mayoría de los casos ubica a la creatura, lejos y fuera de su Creador y muchas veces, con el caso de la judeocristiana, le adjudica connotaciones negativas y peyorativas que alejan aún más uno del otro y le ubican en una posición tan degradante que en muchos casos es mejor no tomarla en cuenta o alejarse paulatinamente de ella o romper abruptamente para evitar el contacto.



No por gusto cuando uno ingresa a la Orden Rosacruz la primera recomendación es no cerrarse en sus ideas, ser abierto a todas las posibilidades las cuales, aunque no las aceptemos, las tomemos en cuenta, las consideremos como parte del conjunto de ideas y conocimientos de la humanidad siendo el ejemplo más fehaciente al respecto todo aquello relacionado con la Reencarnación. No se pide creer en ella pero sí que seamos tolerantes con la idea misma de la Reencarnación y por ende por quienes creen en ella y la predican.


La contrapartida mística




























El Capítulo 2: Concepto de Dios de El Santuario del Ser de Harvey Spencer Lewis nos da los siguientes elementos a seguir en este texto:



“La única comparación que tenemos para las causas conscientes somos nosotros mismos. Si Dios es una causa intencional posee características similares a los de la mente humana: Percepción, imaginación, perfección., trazo de fines a alcanzar. Es una mente sapiente. Los seres no son Dios. Pero El cómo mente actúa sobre las masas. Hace evolucionar y crea en ellos lo que sirve a Su propia voluntad.



Para el místico, la Mente Divina no creó la Tierra, los mundos del más allá y todas las cosas materiales que conocemos. Su esencia, las radiaciones y energías de que están compuestos son de la misma naturaleza de esa Inteligencia Divina y siempre lo ha sido. Cambian, si, al igual que la mente está siempre activa en el mundo de la conciencia. El místico verdadero es definitivamente un panteísta, es decir que para él, Dios está en todo y en todas partes. Para el místico la piedra, el árbol, el relámpago, así como el hombre, son parte de Dios. Esas cosas no son creaciones de Dios, sino que son de la naturaleza de Dios, la Mente Divina. Para el místico esto simplifica uno de los mayores problemas teológicos y filosóficos de todos los tiempos: La reconciliación de lo espiritual con lo material”. Hasta aquí la cita de El Santuario del Ser.



Alejándonos de las polémicas y discusiones que pueden generarse en torno a la cita anterior y contextualizando en el tema que hoy nos ocupa, razonamos lo siguiente TODO NOS HABLA DE DIOS porque Todo es “de la naturaleza de Dios, la Mente Divina”. Y al ser todo divino no existen diferencias entre una u otra cosa… todo es espiritual. Y esto es algo que me fascina de la senda Rosacruz: No nos dice que para ser espirituales debemos alejarnos de nuestra cotidianidad sino transformarla, verla de otra perspectiva. Entonces hasta yo mismo me hablo a mi mismo de Dios. Mi ropa no es solo ropa sino algo que me habla de Dios… mi casa no es solo el lugar donde paso el tiempo sino algo que me habla de Dios… igual con mi trabajo… con lo que como… con mis amigos y amigas… con todo lo que soy yo… Y es por ello que mejora todo en nuestra vida, mejoramos nosotros mismos, mejoran nuestras relaciones con los demás y con el entorno… todo adquiere más calidad porque reconciliamos “lo espiritual con lo material” tal y como lo afirma El Santuario del Ser…



Una de las consecuencias más directas es que esa visión nos da felicidad porque nuestra vida adquiere sentido. No es lo mismo alguien que hace lo que hace porque le toca hacerlo a alguien que hace lo que hace porque se sabe es parte de lo espiritual. En mi caso particular, mi vida tiene un objetivo y eso me da seguridad y mucha alegría y ambas cosas me hacen querer contagiarlos a todos. Cuando muera seguiré. No estoy demás en el mundo. El simple hecho de descansar y no hacer nada está contribuyendo a un gran plan… recupero energías para seguir adelante… Esto para mi es aquello que Jesús dijo “el reino de los cielos ya está en vosotros”… El reino de los cielos somos nosotros porque al hablarnos nosotros mismos de Dios es porque Dios está en nosotros… Y entonces, viene aquello de que “la vida es mi laboratorio”. Claro que lo es. Para perfeccionarnos, lo cual implica espiritualizarnos a nosotros y a lo que nos rodea…. entender que todo nos habla de Dios y como parte del conjunto hablar nosotros como Dios… porque aunque lo hagamos debemos estar conscientes de ello…


¿Por qué todo habla de Dios?

















El Capítulo 2: Concepto de Dios de El Santuario del Ser  de Harvey Spencer Lewis nos da los siguientes elementos a seguir en este texto:



“Cada cosa que se manifiesta lo hace en virtud de la inteligencia de Dios, cuya inteligencia la constituyen las propiedades de la cosa que el hombre percibe. El místico no ve a Dios remotamente en una región legendaria, o en los confines de un templo o una catedral, o en un rincón aparte del Universo, sino más bien en cada bocanada de aire que lleva sus pulmones, en cada crepúsculo, en cada frondosa enramada.



Cada cosa que el místico percibe no es la Mente Divina, sino más bien una de las infinitas variedades de sus expresiones. Por consecuencia, el místico no es del tipo panteísta adorador de la naturaleza. Ya que para el místico la Mente Divina lo impregna todo… lo incluye todo. El místico comprende que su devoción debe ser ilimitada. Cada cosa de la Naturaleza que descubre, la venera como un fragmento, como una parte finita del infinito ser Divino. No consagra su amor espiritual a una sola cosa o substancia. Al mismo tiempo no existe cosa, por malos que sean sus efectos que él considere fuera de los límites del ser Divino.



Una vez el místico es absorbido en la naturaleza de Dios, experimenta una sensación de paz y serenidad, la cual es la única realidad divina por la que puede sentir a dios y acercarse a Él. Se logra por medio de la oración y la meditación”. Hasta aquí la cita de El Santuario del Ser.



Bueno, ya hemos dicho algunas cosas al respecto en los apartados anteriores. Podríamos repetirlos pero analicemos cada uno de estos párrafos que nos harán aseverar en lo mismo.

1.      “Cada cosa que se manifiesta lo hace en virtud de la inteligencia de Dios, cuya inteligencia la constituyen las propiedades de la cosa que el hombre percibe”.  No entiendo muy bien esta frase y no me interesa entenderla. Porque al fin de cuentas la conclusión es la misma TODO ME HABLA DE DIOS. Dicho de otra forma, perciba lo que perciba de Dios en las cosas, TODO, absolutamente todo, ME HABLA DE DIOS.

2.      El místico ve a Dios remotamente en cada bocanada de aire que lleva sus pulmones, en cada crepúsculo, en cada frondosa enramada. EN TODO. Por ello TODO ME HABLA DE DIOS.

3.      El místico percibe una de las infinitas variedades de las expresiones de la Mente Divina. Para el místico la Mente Divina lo impregna todo… lo incluye todo. Por ello TODO ME HABLA DE DIOS.

4.      “El místico comprende que su devoción debe ser ilimitada. Cada cosa de la Naturaleza que descubre, la venera como un fragmento, como una parte finita del infinito ser Divino”. Por ello TODO ME HABLA DE DIOS.

5.      El místico no consagra su amor espiritual a una sola cosa o substancia. Al mismo tiempo no existe cosa, por malos que sean sus efectos que él considere fuera de los límites del ser Divino. Por ello TODO ME HABLA DE DIOS.

6.      Y ese a quien llamamos místico en este texto es todo ser humano sin excepción alguna. O sea que a todo ser humano, TODO puede en algún momento HABLARLE DE DIOS…



Cuando comprendemos que TODO HABLA DE DIOS estamos a un punto de regresarle su verdadero valor a este Universo que habitamos, el de ser Templo, Santuario donde lo sagrado se expresa en TODO lo creado, en TODO lo existente, razón por la cual, TODO HABLA del Creador de ese Todo, TODO HABLA DE DIOS y comprendemos que los milagros no son grandes porque todo es un milagro eterno. Comprendemos también que como los milagros no son grandes, por eso no los vemos, razón más para cambiar de actitud, de mentalidad y adquirir otra visión que si nos haga verlos ya que si formamos parte del Todo, nosotr@s también formamos parte de dichos milagros porque también somos sagrados, espirituales y un milagro en sí mismo…

  REFLEXIONAR O MEDITAR


















Finalizo el presente esbozando 5 preguntas que creo todos debemos tomar en cuenta si realmente andamos en la senda rosacruz tanto en nuestras reflexiones o meditaciones:

1.      ¿Cómo valora usted su perfecta  maquinaria?

2.      ¿Ha encontrado a Dios en Usted?

3.      ¿Qué hace para reconciliar por completo lo espiritual con lo material?

4.      ¿En qué cambia su Cosmovisión al considerar al Universo como un Templo?

5.      ¿A Usted le habla Todo de Dios?



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